Otros artistas residentes han hallado la fuente de inspiración en la periferia de la ciudad o en los alrededores de Girona, como es el caso de Tomás Pizá que ha recorrido los paisajes más de postal de la Costa Brava y David Crespo, que ha realizado una obra que tiene los barrios gerundenses de Sant Narcís y de Domeny como trasfondo.
En cambio, dos artistas locales presentan trabajos inéditos sobre Alaró (Mallorca) i La Haya (Holanda) como resultado de la beca de residencia de intercambio del Bòlit con estas localidades. Pere Bellés, nos trae desde Alaró una recopilación de obras que rastrean los recorridos del running realizados con la participación de diversos corredores y recoge la experiencia del conocimiento de un lugar nuevo. Por su parte, Azahara Cerezo tuvo la oportunidad de investigar en La Haya al protagonista de su proyecto, un deportista español que triunfó patinando en la Holanda de los años 70. Finalmente, veremos como la obra de Javier Chozas no se circunscribe a un marco territorial pues en su caso su trabajo es la materialización física de una reflexión.
Los artistas que participan en el proyecto de residencias lo hacen a partir de un proyecto que previamente han presentado al Centro de Arte. El proyecto es su hipótesis de trabajo, hacen investigación, elaboran, confirman, alteran, modifican o refutan su proyecto inicial. El espacio de residencia se convierte en el laboratorio de creación y la ciudad misma en el objeto de estudio o en el ambiente que influye en la investigación, como un cultivo que propicia los procesos de serendipia. Es, en la confrontación del artista con el nuevo ambiente que le acoge, donde se estimula la creación y se motiva la investigación.
En el artista residente, no hay una mirada neutral, ni vagabunda, ni flâneur. La suya es una mirada de quien investiga, pausadamente o hasta el agotamiento de las posibilidades que tiene a su alcance. Tal y como remarca Andrés Siri cuando nos habla del proceso de creación de su obra Parpelleig: "Agotar unos espacios de la ciudad, redescubrir nuevas miradas, nuevos enfoques. Destruir la relación con el sitio, construirlo nuevamente. Apartar la imagen de su contenido, explorar las virtudes, posibilidades y limitaciones, ensayar movimientos, encontrar zonas intermedias al blanco y negro, desdibujar las sombras, detener, acelerar o retroceder en el tiempo".
Para un artista, tener una motivación, un espacio de creación, una nueva ciudad para descubrir, son muchos recursos en unos tiempos en que los trabajo artístico se caracteriza por la precariedad de los medios de que se suele disponer. Facilitar el trabajo creativo de los artistas es una de las principales funciones de los centros de arte. El proyecto de residencias es uno de los medios que tiene Bòlit para fomentar la investigación y la creación contemporánea. La apuesta del centro de arte no es el trabajo con la obra material, la ya existente y museizable, sino que es un trabajo que se hace en previsión, antes de la creación de la obra, para favorecer su aparición. No hay medicamento sin trabajo de laboratorio y no hay obra de arte sin proceso creativo. Por esto, en este proyecto expositivo ponemos énfasis en la importancia del proceso creativo y enseñamos un resultado final, si lo hay, o un trabajo en proceso, si es el caso. Promoviendo el acto creativo, ponemos la maceta y la semilla para que se cultive una obra de arte. En el programa de residencias no buscamos que los artistas creen obras espectaculares ni que nos entretengan con ellas, buscamos la creación de obras que dejen rastro y que se relacionen con un contexto, es decir, que tomen un significado o que tengan una intención, en el sentido que indicaba Hans Haacke en sus conversaciones con Bourdieu (*). Es por ello que nos interesa reseguir el rastro que los artistas residentes han dejado sobre el sitio de residencia, pero también la huella que este sitio ha dejado sobre los artistas. Pósito mutuo.
Carme Sais